El ciclismo de montaña o
Mountain Bike, es un deporte que atrae seguidores cada día, desde luego sin
entrar en categorías o niveles, por no hablar de la gran variedad de
bicicletas; modelos, marcas, calidad-precio, al igual que en la fotografía y
demás actividades al aire libre, hay para todos los gustos y presupuestos, así
que no pretendo hablar desde los orígenes y su historia, la historia nuevamente
comienza con este post, una actividad que se suma a mis deportes al aire libre,
una rodada y registro fotográfico, ahora se convierten en historias que
contar...

Eran las 6:00 am, cuando dimos inicio al
recorrido pautado por el equipo Mandarinasbike, siendo mi primera actividad con
el grupo -respetando todo el protocolo de Bioseguridad por la nueva ola del
COVID-19-. Los primeros rayos del alba plasmaron matices en el firmamento, una
tonalidad de contrastes, las nubes con forma de cirros emularon pinceladas
tenues, la avifauna urbana manifestándose con su parsimonia característica de
un nuevo amanecer, luego de unos minutos pedaleando, el asfalto urbano se
convirtió en una mezcla de asfalto con tierra, el contacto con la avifauna se
incrementó, ya que pude ver de cerca algunas garzas, un ave rapaz, un grupo de
loros que volaron muy cerca, seguimos rodando y el sol ya se manifestaba, un
viento frio descendió por las laderas de la montaña para así respirar una dosis
de aire puro, sin contaminantes, unos cuantos kilómetros atrás, la ciudad
estaba despertando o quizás seguía durmiendo.
El paisaje prometía y la diversidad de aves
también, en total puede observar unas 25 especies –incluyendo los registros
auditivos-, cada pedaleada valía la pena, si bien es cierto que conozco un poco
sobre el tema de la biodiversidad y su conservación (ya que se relaciona con mi
profesión y es difícil desligarse de ella en ratos de esparcimiento, el ADN de
investigador siempre presente) cada registro, detalle u observación no deja de
ser impresionante, lo mismo que la cantidad de huellas que pude identificar.
Seguimos el recorrido, sin embargo tuve una falla con la rueda trasera, la cual
se atascó un poco para llegar al final
de este y así aprovechar el tiempo de descanso para comer y conversar e
integrarme al equipo de Mandarinasbike -con ayuda de otro ciclista logramos
resolver la situación de la rueda manera momentánea.

Luego de una buena
tertulia, entre la cháchara, la reparación preventiva de una bicicleta y los
zancudos que sin pudor dieron una recepción como de costumbre, el equipo decidió darse un bañito, como para
no perder la costumbre, así que como siempre, atento a las características del
lugar y desde luego, viendo si alguna de mis amigas especiales (serpientes)
descansaba tomando sol sobre alguna roca, para ubicarla lejos del grupo, sin
embargo, ninguna decidió salir a darse un baño de sol y termoregularse, no
obstante 2 especies de lagartos, pasaron muy cerca del grupo, indiferentes como
los dueños del lugar, siguieron forrajeando entre la hojarasca hasta perderlos
de vista. Una muda de exoesqueleto de araña pescadora llamó la atención y desde
luego, aproveché el momento para explicar sobre la muda de exoesqueleto de los
arácnidos y algunos detalles sobre la biología, ecología y conservación de esta
especie de araña (el rol docente siempre presente).
Ahora bien, el retorno fue más relajado,
disfrutando el regreso en grupo y como siempre aprovechando las ocasiones para
las fotos grupales y dando la vuelta al recorrido, para retomar el asfalto
hasta llegar a casa, para un total de 28 km de recorrido el día de hoy. Por cierto, aprovecho para manifestar mi
agradecimiento al equipo de Mandarinasbike por la invitación y compartir,
espero y deseo que sea la primera de muchas rodadas, ¡Go, Go, Go, Mandarinas!
Culmino con una breve reflexión del día de
hoy: Una cosa es ver este deporte desde las gradas y otra es estar sobre las
ruedas, realizar el cambio adecuado y a tiempo, sentir la fuerza del pedaleo y
la presión de las bielas en las piernas cada metro rodado te acerca más al
destino pautado (Gómez 2021).