Había
escuchado sobre esa ruta hace mucho tiempo, sin embargo, por motivos ajenos a
mi voluntad el viaje se había atrasado, pero con la esperanza de ir en un
futuro no muy lejano. Esperanzado se dio la oportunidad de ir al Tren del
Encanto o Tren Encantado, esta vez con los amigos Eco-senderistas de La Manada
@lamanadaunete con quienes he compartido muchas actividades formativas (como
instructor) y pocas al aire libre por motivos laborales, la última ruta fue
hacia Pozo Azul.
Antes
de narrar la bitácora me gustaría comentar un poco el contexto parafraseando
fuentes de internet: Ubicado en los altos mirandinos, este ferrocarril formó
parte sistema de ferrocarriles de Venezuela, fue fundado en 1891 siendo una vía
de comunicación hacia la ciudad de Caracas, durante su recorrido esa fácil distinguir y resaltar sus
atractivos naturales, convirtiéndolo en un atractivo turístico muy visitado. Han
transcurrido más de 100 años y es un lugar con gran cantidad de historias que
contar entre las que resalta el asalto al tren el encanto ¡click aquí! y ¡aquí! para que conozcas un poco más. No
obstante, a finales de los años 90, el tren dejo de funcionar y tuvo que
cerrar, siendo abandonado debido a la falta de apoyo de las autoridades.
Ahora bien, volviendo al
relato, como de costumbre, la Bioalarma fiel a su rutina y parsimonia funciono
como de costumbre, a las 4:30 am estaba despierto para organizar el equipo que
llevaría, no lo hice porque el día anterior tuve una jornada laboral muy movida
y necesitaba descansar, ya había acordado con una compañera de ruta ir hasta el
punto de reunión en bicicleta para posteriormente dejar las bicicletas en
resguardo en la casa de un familiar y dirigirnos al punto de encuentro.
Una vez que llegamos al
punto de encuentro entre saludos y reencuentros con amigos y compañeros de
rutas pasadas transcurría el chequeo para posteriormente abordar la unidad de
transporte que nos llevaría a nuestro destino. El viaje estuvo tranquilo, entre
tertulias, desayunar, la música, la gente al inicio del viaje estaba muy
activa, luego se quedaron dormidos (ni idea de quienes fueron) así transcurrió
el tiempo hasta llegar a la ciudad de los Teques, capital del Estado Miranda y
municipio Guaicaipuro para posteriormente dirigirnos hasta el sector donde
iniciaba el recorrido.
Seguidamente, al llegar al
destino, bajamos de la unidad de transporte, para posteriormente hacer
estiramientos, recibir las orientaciones y asignar los equipos para recorrido
el cual inició atravesando un caserío (bajando) hasta llegar a un sendero a
través de vegetación secundaria tipo sabana de montaña donde pude ver pequeños
conucos y reconocer algunas especies vegetales entre las que resaltan el capin
melao (Melanis minutiflora), el
yagrumo (Cecropia peltata).
A medida que descendíamos
entramos en una zona de transición para adentrarnos en un bosque de galería
semideciduo a través del sendero identificado con pequeñas cintas de color en
las ramas de los arboles cada cierta cantidad de metros recorridos, el bosque
con sus típicos “ruidos” por un lado pude identificar auditivamente a un ave
muy común el Pitirre chicharrero (Tyrannus
melancholicus), seguimos caminando y apoyando a los compañeros que tenían
dificultades para bajar, a lo lejos escuché la vocalización del Tucán pico de
frasco esmeralda y no menos importante el Sapito niñera (Mannophryne sp.) y desde luego, la vena científica activa y los
sentidos agudos tal y como cuando me encuentro en un trabajo de campo, solo que
esta vez estaba de excursión pero es inevitable no estar alerta.
Cada paso que daba a mi mente venía la lista de especies de animales que pueden habitar en dicho bosque de galería prácticamente todos los grupos zoológicos habitantes de la cordillera de la costa central hasta encontrar presuntas huellas de un mamífero, quizá un venado.
El camino serpenteante
atravesaba varias veces el riachuelo mientras cruzamos pequeñas trochas hasta
caminar directamente por el cauce del bosque de galería, es impresionante que a
pesar de la intervención antrópica el bosque aún se conserva (es primera vez
que hago ese recorrido), las aves cantaban, pero no logré identificar más
especies mientras que los colibríes volaban cerca para alimentarse del néctar
de las flores así continuo la marcha hasta llegar al primer descanso para
reagruparnos y realizar el “primer cruce” de los rieles del tren, en este
sentido, fui convocado por el capitán de ruta para prestar apoyo a los
compañeros que debían cruzar, digamos que esta era la antesala a la adrenalina, de hecho instalamos un par
de cuerdas que servirían de apoyo para aquellos que fueran vencidos por el
vértigo.
Foto cortesía de Aida Jaspe. |
Después de cruzar el mini
puente nos reagrupamos, pasaron unos minutos de recuperación para las personas
que pasaron con nervios para continuar la caminata sobre los rieles del tren
encantado hasta llegar al segundo puente, nuevamente muchos se miraron las
caras, los que ya habían venido estaban de apoyo moral y guiando a los demás
compañeros, en mi caso, decidí pasar de ultimo y ayudar a un compañero que
manifestó directamente su miedo, por ende tuve que apoyarlo y darle ánimo y
guiarlo para cruzar.
Es importante resaltar que el vértigo es algo muy serio y no debe ser objeto de burla, apuro o presión sobre la persona que lo padece, además que caminar sobre los listones de madera soportados por una guía de acero para darle soporte no fue tan sencillo “como lo pintan” hubo un momento donde mi compañero se detuvo, tuve que darle unos segundos para que reflexionara y continuara su paso y pude ver claramente como el viendo mueve la copa de los árboles creando un efecto visual: Las copas de los árboles se mueven en dirección del viento dando la impresión de que los rieles se mueven al lado contrario y para colmo mirar cada durmiente de madera para ver dónde colocar el pie al pisar deja entrever el fondo…
Paso a paso logramos
cruzar, el recorrido hasta la estación fue corto, antes de llegar nos reciben
los restos de un vagón olvidado sometido a las inclemencia del tiempo, el resto
del grupo se había adelantado y los rezagados nos esperaron, justo antes de
llegar a la estación del tren un compañero me dice: “Mira lo que está allá”
mientras se acercaba con sigilo para hacer una foto, se trataba de un ejemplar
de serpiente de Cascabel juvenil (Crotalus
durissus) tomando sol, tuve que pedirle que se detuviera mientras que
sacaba el bastón de trekking para adaptarle el gancho “culebrero” y así poder
maniobrar con la serpiente, explicar algunas características del ofidio y
realizar su posterior reubicación sin causar alboroto entre los compañeros de
ruta ya que estaban realizando una pequeña actividad con el guía local en la
estación del tren.
Luego de admirar las
ruinas de la estación del tren vi más adelante a los compañeros de ruta, al
llegar pude observar la locomotora, luego de las fotos respectivas individuales
y colectivas dimos unos pasos para descender por una escalinata de concreto
hasta llegar nuevamente a río y continuar el recorrido e ir observando e
imaginando como construyeron semejante obra dadas las condiciones topográficas
y climatológicas, hasta llegar a la primera cascada pude observar un pequeño
puente y divisar otro sendero asumiendo que por ahí hay parcelas ya que minutos
antes un grupo de baquianos paso junto a nosotros saludando cordialmente, luego
de las fotos continuamos descendiendo hasta toparnos con más concreto y alguna
que otra cabaña o asientos de concreto (construidos en años recientes) y ver
las ruinas de un pequeño dique.
El sendero se hizo un poco
más estrecho, de vez en cuando tuvimos que caminar sobre algunos troncos caídos
y ayudar a los compañeros hasta llegar al punto final del recorrido, una
cascada con un mini dique y del lado izquierdo un túnel y una pequeña gruta que
daba una vista aérea del lugar, desde luego, fotos, fotos y más fotos entre los
compañeros, estuve mirando a los colegas mientras comían o se daban un baño
hasta que el hambre llegó para saludar y así poder almorzar tranquilamente con
varios compinches de la aventura, conversar y bromear hasta la hora del
retorno.
Formé parte del primer grupo que emprendió el retorno, el punto del encuentro seria la estación del tren, así que nuevamente estuve ayudando a algunas compañeras que tenían cierta dificultad para subir, pero bajo la premisa de “paso a paso” me tocó regresarme un par de veces porque algunos venían desorientados y agotados, pero ese es el trabajo y compañerismo (24 años como scout han rendido sus frutos en todos los ámbitos de mi vida). Llegamos a la estación del tren, nos reagrupamos nuevamente para cruzar los puentes y continuar la caminata, el resto del recorrido ya lo conocemos, no es necesario volver a describir con mayor detalle la ruta, sin embargo, como fuimos el último grupo que subió ayudando a una compañera, estuvimos recogiendo la basura que el senderismo irresponsable y mondonguero dejó en ese lugar, por supuesto, las tertulias de conservación de la diversidad biológica, camaradería y algunas fotos no faltaron.
Una vez que llegamos al punto inicial de la ruta, realizamos estiramientos, degustamos un helado de coco que combinado con la torta marmoleada subió las energías para posteriormente abordar la unidad de transporte y retornar a nuestro lugar de origen, la ciudad de Maracay, Estado Aragua.